“Si
tú me dices ven, será todo para ti”. Así se ha presentado ese amigo de la
infancia al que hacía años que no veías. Acto seguido se ha lanzado a abrazarte
mientras gritaba “Si tú me dices ven, todo cambiará, si tú me dices ven, habrá felicidad.”
Tras
acojonarte y retroceder un par de pasos has pensado en lo triste que tiene que
ser su vida y en tomarte unas cervezas con él para compararla con la tuya y ver
que, en el fondo, tú no estás tan jodido. Al proponérselo ha respondido que
“más que tomar cañas, me apetece reír contigo ante cualquier dolor y llorar
contigo, que será mi salvación.”
A
continuación se ofreció a darte sus momentos más ocultos y sus secretos, que
son pocos. Al ver tu cara, mezcla de desconcierto y puro pánico, añadió: “no
detengas el momento por la indecisiones, para unir alma con alma, corazón con corazón.”
Mientras
te marchabas corriendo aún has podido oírle gritando detrás de ti: “que no se
te haga tarde y te encuentres
en la calle, perdida, sin
rumbo, y en el lodo”, por lo que has decidido llamar a la policía.
Desgraciadamente todos sus efectivos se encontraban controlando una
manifestación en esos momentos.