miércoles, 15 de marzo de 2017

ActuAndo III: Un espectador que no

“¿Cuál era tu carta?” “El siete de corazones.” Volteo la carta que tengo en mi mano y, efectivamente, el siete de corazones se descubre.

Ya hemos pasado el ecuador de la actuación y todo marcha a pedir de boca. Paso al siguiente truco, dándole a elegir a este espectador (Carlos) una carta de la baraja. Gracias a las técnicas mágicas que en su momento me enseñó Dumbledore, sé que cogerá el cinco de tréboles, por lo que le digo que tras cogerla la ponga contra la mesa.

La técnica de Dumbledore falla. Ha cogido otra carta, de la cual lo único que sé es que es la incorrecta para realizar el juego. Con Voldemort estas cosas no pasaban.


 Pero bueno, no pasa nada. Uno está curtido en mil actuaciones y sabe cómo salir de cualquier situación (y de dos o tres tipos de cadenas). Lo único que necesito es que vuelva a meter su carta en la baraja para continuar el juego. Así se lo pido y él, muy amablemente, se dirige a perder su carta entre las otras cincuenta y una.

“¡No lo hagas!” El grito surge como si se tratara de un amante irrumpiendo en una boda para impedir que su pareja se case con otro. Dado que aquí no veo curas ni prometidos, me pregunto de dónde ha salido. Y allí, al fondo de la sala, con camisa de cuadros, veo a un hombre repantingado en su silla con una copa en la mano y cara de no ser la primera que toma esta noche.
En este caso, las tablas adquiridas dictan que lo mejor es ignorar a ese hombre, por lo que indiqué con gestos a mi estimado espectador Carlos (el cual sí se había ganado mi estima) que procediera a perder su carta por la baraja como le había indicado.

“¡Que no, que no! ¡Que la adivine!” El hombre repantingado ataca de nuevo. En su cara veo el odio, quiere verme fallar. A este hombre le ha quitado la pareja un mago más de una vez. Y por cómo me mira, el mago se fue también con su coche, y a su casa.
Carlos me mira, dudando. Han venido todos de una fiesta de trabajo y tendrá que soportar durante las siguientes semanas que su amigo le culpe de haber ayudado al mago, cuando él ya me tenía contra las cuerdas.

Se pueden hacer cosas sin que Carlos me entregue su carta. Puedo hacer que la espectadora que me acompaña al otro lado coja otra y luego adivinar una con la otra, o hacer que ambas cambien de lugar… una parte entera de mi show se basa en la improvisación, para que la carta cumpla los deseos del espectador, entre risas y sorpresas.
Sin embargo, en este caso, sería ceder al más puro chantaje y soy de la opinión de que, si queremos buenos espectadores, tenemos que educarlos.

“Lo siento, tu amigo está atado por un viejo conjuro, llamado educación” contesto al hombre repantingado, mientras Carlos pierde su carta en la baraja.
“Sin embargo, si lo que queréis es ver su carta, no tengo problema” añado mientras hago que una carta salga volando de entre las demás hasta llegar a mi mano.
Carlos nombra su carta y, una vez más, esta coincide con la que sujeto. Aplausos generales y miradas felices en la audiencia. Quitando la que me lanza el hombre repantingado, claro.


 Veinte minutos más tarde, el show ya ha acabado. Después de hablar un rato con Carlos acerca de magia, teatro y sus beneficios para aprender a desenvolverse socialmente, me preparo para irme, mientras el dueño de la sala se dirige hacia mí.
“Bueno Guille, una actuación muy chula, lo poco que he podido ver la verdad es que ha estado muy bien. Ya te escribo para la próxima.” Le agradezco los comentarios, liquidamos nuestros negocios y marcho hacia la puerta.

“Por cierto” añade antes de que me marche. “Hoy estaba mi hijo, no sé si le has visto. Camisa de cuadros, estaba con una copa, sentado por el fondo…”

lunes, 6 de marzo de 2017

ActuAndo II: Un reencuentro

Una mesa llena de naipes. Cuatro sillas alrededor. 
No, no estoy haciendo una función de magia.
También hay en la mesa varias pilas de fichas de póker. Eso debería daros una pista bastante buena de lo que estoy haciendo.

Uno de mis contrincantes, al que acabo de conocer, pregunta a que me dedico.
"Carrera en Publicidad, máster en Guión", respondo intentando no desconcentrarme. O que al menos parezca que entiendo que cojones hay que hacer en este juego para no perder todo tu dinero.

"Hace actuaciones de magia, de teatro, circo... ¡Este chaval hace de todo!"
Ese es mi amigo Fer. Le conocí en un grupo de teatro en mi primera universidad y me presenta a todos como "Mi amigo actor". 
Debí suponer que diría algo.

No me malinterpretéis, estoy muy orgulloso de mis actuaciones. Pero cuando alguien lo dice en una mesa de póker, la reacción del resto no suele ser "Que maravilla, te contrataré e iré a tus actuaciones para disfrutar de tu arte". 
Es más común escuchar una serie de tópicos sobre magos y trampas de juego, preguntas sobre si podrías hacerte rico yendo a un casino y algún que otro comentario acerca de un mago primo de un vecino de su cuñada, de cuya existencia ven imprescindible informarte. 
Y, además, la gente empieza a mirarte más fijamente a las manos.

Pero debo decir que no me esperaba que la frase que siguiera a esa revelación fuera un "¡No jodas! ¡Yo a ti te he visto actuar!"

Si alguien puede calcularme las posibilidades de que un arquitecto que vive en Lavapiés acuda a un pub irlandés por Prosperidad la noche que actúas allí y luego lo reencuentres por un amigo en común, jugando al póker, le agradecería que lo hiciese y lo dejase en los comentarios.


Sospecho que la posibilidad de su asistencia está muy ligada al ligarse a una chica de ese barrio, por si eso ayuda en el cálculo. 
Sospecha que se puede ver incrementada por el hecho de estar hablando durante la siguiente media hora de los mejores espectáculos de magia para llevar a un ligue.  
Por cierto, si alguien tiene curiosidad por cuáles son los mejores, son los míos. Incluso desarrollé una táctica de saludo en el intermedio para que vuestro acompañante vea que os codeáis con el artista. Que no se diga que me intereso por mis fans.

Y, por si esto fuera poco, tras descubrir mi profesión, no se hizo ningún comentario acerca de casinos o trampas de juego.  Supongo que la moraleja de esta historia es que la vida siempre puede sorprenderte.

Bueno, ahora que lo pienso, tal vez se hiciera algún comentario. 
O varios. 
Lo cierto es que llevaba ya algunas copas de vino y, tras la sorpresa del reencuentro, el resto de la conversación perdió bastante interés. 
Tal vez la moraleja sea que todo pasa mejor con unas copas de vino, pero no me parece una moraleja muy adecuada para comenzar estas historias.

En fin, supongo que esta es una historia de “elija su propia moraleja”. Y que no hagáis preguntas a un mago sobre trampas y casinos sin invitarle a una copa antes.


Pd: Para que vieran mi honorabilidad y apreciasen que no hacía trampas de ningún tipo con las cartas, perdí la partida. Lo dicho, todo por mis fans.