Manolo, que todos los días va a
clase con cinco minutos de antelación para poder asegurarse un sitio en la
primera fila, ha confesado “no saber que más hacer”.
“He hablado con los profesores al
final de cada clase para que me dieran algún consejo, pero esto no parece haber
mejorado las cosas.” Estudiante de matrícula, se preocupa diariamente de que
sus compañeros reciban una mejor educación, recordándole al profesor parte del
temario en caso de que se le haya olvidado y estableciendo un sistema de
asistencia obligatoria a clase, para ayudar al resto de alumnos a “vencer esa
incómoda pereza que a veces te da”. “El otro día hasta conseguí que el profesor
diera media hora más de clase” nos cuenta. A pesar de todo esto su grado de
popularidad en la clase no es muy elevado e incluso “hay gente que me mira mal.
Se creen que yo no me doy cuenta, pero les veo”. Sus compañeros solo acuden a
él cuando hay que realizar trabajos en grupo. “Supongo que es mi inteligencia
lo que les coarta, no entiendo que otra cosa puede ser”.
Admite que esto también le pasa
en otros lugares, como las academias a las que va o incluso en su casa “Muchas
veces mis padres me dicen que se van a pasar la tarde con unos amigos, pero
simplemente se bajan al bar de abajo.” Por su parte, los padres han declarado
que “pueden estar haciéndole la entrevista al chico el tiempo que deseen. De
hecho, si quieren hacerle un reportaje de varios meses nos parece bien, podemos
pagarles el hotel para que le alojen.”
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