“Nunca habíamos comida tan bien” confiesa uno de los
vecinos, quien afirma que “al principio teníamos mucho asco a los bichos estos,
pero todo eran prejuicios”.
El presidente de la comunidad ya ha hablado con el
representante de la colonia de roedores y han establecido una normas claras
para la mutua convivencia. “Ellas se quedan en las cocinas y dejan a los
habitantes originales el resto de la casa. Además, se encargan de servirles
tres comidas al día, con un mínimo de elaboración culinaria.”
Aunque un grupo de mujeres aún se muestra reticente con la
invasión, la mayoría de los vecinos se han adaptado felices al cambio. “Antes
me pasaba el día ahí metida cocinando, y ahora al fin tengo tiempo para mi
misma” declara un ama de casa.
Además, admiten que el nivel culinario de la comunidad se
ha elevado con las nuevas cocineras. “Nuestro hijo siempre picaba de la nevera
entre horas, pero las ratas se han puesto firmes con él y ahora tiene una dieta
mucho más sana” nos comentan felices unos padres.
Las ratas han rehusado conversar con nosotros, pero fuentes
internas nos comunican que se encuentra felices con la situación actual y
planean invitar a otras compañeras del barrio a una comilona el domingo en la
que prepararán su plato estrella, el ratatouille.
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